A rodar, a rodar, a rodar, a rodar mi vida…

Nos encontramos cansados/as pero contentos/as. Hemos vivido nuestra primera jornada de rodaje. Se vienen a nuestras mentes aquellos momentos en los cuales salimos a convocar puerta por puerta a los vecinos de la zona para tener un primer encuentro y comenzar a charlar acerca del proyecto. Aquel primer encuentro, que fue el puntapié inicial para que cada lunes se vuelva un ritual el encontrarnos en CasaPueblo, con el mate de testigo, el tecito de Hilda, y la estufita a leña pronta, para discutir qué queremos hacer, cómo lo queremos hacer, qué historia nos gustaría contar, cómo nos gustaría contar esa historia, cómo involucrar a más gente en el proceso iniciado. Fue así que comenzamos a andar, a transitar por uno de los caminos más lindos, que se hace al andar juntos, al tener un proyecto común, al apostar a realizar acciones comunes por el pueblo. Un camino que no es el más fácil, pero tampoco el más difícil, porque son aquellos obstáculos en el camino los que se olvidan fácilmente con las respuestas positivas de la gente, con los logros progresivos que vamos obteniendo, con los pequeños detalles que hacen grande nuestro ser y nuestro hacer.
Porque los dolores de cabeza se olvidan rápidamente cuando escuchamos un “gracias” que nos hace bajar a tierra, cuando nos detenemos en una mirada que nos demuestra las ganas y el entusiasmo, cuando nos dejamos contagiar por una sonrisa que nos llena el alma.
Apostamos a la construcción de un producto que sea reflejo del sentir colectivo. En el camino de producción nos hemos ido encontrando con diferentes miradas pero con objetivos comunes. Hicimos y hacemos hincapié en la apropiación del producto y en el vivenciar cotidiano del proceso. Estamos donde estamos y hacemos lo que hacemos porque buscamos comunicarnos, producir vínculos y sentidos, propiciar espacios de participación y expresión, en el cual se genere el enriquecimiento mutuo de miradas y sentires diferentes.
Elegimos expresar los sentires a través de la imagen, el sonido, la palabra. A través de lo que llamamos video comunitario. Exploramos la herramienta, nos apropiamos de ella, nos peleamos con ella y nos volvemos a amigar. Aprendemos de nuestros errores y nos apropiamos de ellos como aprendizajes que forman parte del proceso.
Hoy nos sentimos un paso más adelante. Compartimos una jornada de rodaje, que comenzó con un almuerzo compartido al aire libre, en un día en el cual el sol se hizo presente y nos brindó su calidez haciéndonos sentir unidos, llenándonos de energía de la buena y permitiéndonos apreciar más aún todas las bellezas y riquezas naturales que nos ofrece el pueblo. Las sonrisas de los niños y esa inocencia que los hace únicos nos contagiaron a cada instante, y frente al cansancio nos dieron fuerzas para continuar. Sus enojos cuando había que repetir las escenas, los rezongos entre ellos “¡no mires la cámara!” se decían unos a otros, la frescura con la que interiorizan las cosas.


Esto recién comienza, pero aceptamos y vivimos cada momento como si fuera único. Cada paso que hemos dado trajo consigo aprendizajes que nos fortalecen y nos hacen crecer.


Es un camino de aprendizaje, de exploración, de producción de cosas nuevas, un generar continúo de preguntas a las que se le suman más preguntas.


¡Vamos por más! Y simplemente ¡gracias!






En la Barra y con la barra






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